Sobre el esfuerzo y la inmediatez…El otro día me contaban el cuento de “La tortuga y la liebre”. Un cuento que aparece en más de dieciocho culturas distintas y que hace tiempo que no escuchaba.
Cerré mis ojos y dejé que este cuento viajara por mi interior, sintiendo los lugares a los que me llevaba. De ese momento de conexión conmigo, surgió esta reflexión que comparto con vosotros.
Nos hemos acostumbrado a ir tan rápido, que a veces hasta perdemos la conciencia de cuales son los momentos de disfrute con nosotros mismos y cuales son las imagenes, los sonidos y sensaciones que acompañan a estos momentos de conexión.
Estamos en una cosa y nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestras emociones ya están viajando a la siguiente y a la siguiente y la siguiente…
La mayoría de los mensajes que escuchamos fuera y dentro de nosotros nos animan e incitan a seguir, seguir, seguir : “No pares…”, “ Sigue con tus planes aunque…”, “ Qué la vida no te detenga…”
Vivimos en un estado de alerta constante en el que sin darnos cuenta estamos forzando y exigiéndonos constantemente más inmediatez, más eficacia, más… más…más…
Este sobre esfuerzo constante y esta inmediatez está provocando una desconexión profunda con nosotros mismos, nos perdemos a la hora de saber cuales son nuestras necesidades reales, nos perdemos cuando nos dejamos sentir, nos perdemos y desconectamos de nosotros y de los demás.
No nos damos los momentos para pausar porque no estamos acostumbrados a parar y escuchar lo más profundo de nosotros, sea lo que sea. No nos abrimos a lo que nos ocurre y a lo que les ocurre a los demás, porque hay un miedo colectivo al contagio emocional y a las sensaciones que las emociones producen en nosotros…
Es tal nuestra desconexión que nuestra naturaleza, poniendo en marcha su sabiduría inmensa, está provocando en nosotros enfermedades y síntomas que nos desconectan de esta realidad para que descansemos de nosotros mismos.
Los niños cada vez más pequeños sienten una sobre excitación, que no es solo suya, que no pueden manejar porque los mayores no les estamos dando el apoyo y el acompañamiento que necesitan, todo lo resolvemos en ellos y nosotros con pastillas y más rapidez y con más desconexión a lo que realmente está queriendo ser escuchado… Qué paradoja…
¿Pausamos?
¿Nos permitimos estar con nosotros mismos y volver a querernos tal y como somos?
¿Nos dejamos sentir y sentir la vida, sin juzgarnos y sin juzgar?
¿Nos dejamos atravesar por las emociones propias y por las de los demás para no volvernos de piedra?
¿Escuchamos el ritmo de nuestra naturaleza para no colapsarnos?
¿Vivimos?
Me propongo conectar con mi “Tortuga” y volver a mi caparazón más a menudo para sentir lo que es realmente ganar en esta vida.
Abrazos de colores
Blanca.